sábado, 27 de marzo de 2010

INT. BAR "EL DESENLACE". NOCHE.


No podría olvidar su rostro, pero hay algo de JORDANA que sigue imborrable en mi memoria, ese escorpión en su espalda, cerca al brazo derecho, su piel suave que tanto quise tocar, pero nunca lo hice. Tampoco podré dejar de recordar cómo le lanzaba cosas a un hombre que luego ella me contó que se llamaba Javier. Creo que conocerla fue lo que me hizo emprender finalmente este viaje que nunca va a terminar, y a decir verdad, tampoco lo quiero. El cuarto que podría querer arrendar mi corazón estaba en toque de queda, como lo menciona Drexler en una de sus canciones que me acompañan a tal punto, que a veces siento que como si se las hubiera contado, como si su bitácora fuera la misma que llevo desde siempre.
Seguí a Jordana cuando bajó las escaleras de salida en su edificio de apartamentos. En los alredores la gente aún comentaba un poco sobre la pelea de esa noche. Se amaban, pero si continuaban juntos iban a terminar haciéndose daño.
Jordana caminó apresurada, su mirada estaba anclada en el pavimento y entró sin saludar al portero del bar de la esquina. Yo aún era Juan y no imaginaba que algún día me llamarían Gabriel. El Desenlace era el lugar que más frecuentaba por esos días, Jorge sin saberlo, sin quererlo, tampoco, se había convertido en el amigo que siempre quise tener y ese pequeño local de blues, la casa que nunca tendría.

1. INT. BAR EL DESENLACE. NOCHE.

Las manos de un JORGE vierten una cereza en una copa ancha que tiene un cóctel grande de color azul. En el lugar se escucha un blues de Billie Holliday. La cereza flota sobre el hielo con un removedor en acrílico que tiene una figura en la punta. Las manos de JORGE empujan la copa hacia JORDANA.

JORGE, 30, tez morena, barba corta y fina, lleva un delantal que tiene un estampado con el nombre del bar: EL DESENLACE, le sonríe a JORDANA que lo mira a punto de estallar en llanto, lleva una blusa de tiras y una chaqueta en cuero.

   JORDANA
¿Cuánto te debo?

JORDANA saca un billete de un bolso pequeño que tiene terciado sobre sus hombros y se lo acerca a JORGE.
JORGE
(Le devuelve el billete)
Nada mujer, la casa invita hoy.

JORDANA
¡Cómo se te ocurre! Tras de que espanté la clientela de toda la cuadra, no, no puedo aceptarte.

JORGE niega con la cabeza y ahora sonríe a JUAN que se para frente a él y junto a JORDANA, tiene alrededor de 48, es alto, tez blanca, lleva una boina negra con la que le hace un gesto de saludo a JORGE.

JUAN
Si Jorge dice que la casa invita es mejor no hacerle un desplante.

JORDANA sonríe sin mirar a JUAN y guarda en su bolso el billete.

JUAN
¿Puedo sentarme aquí?

JORDANA
Yo prometo no ocasionar ningún problema más... Al menos por esta noche.

JORDANA se quita la chaqueta. JUAN no pierde de vista sus movimientos y su mirada se queda perdida en la espalda y el hombro derecho de JORDANA donde hay un tatuaje en blanco y negro de un escorpión.

JORGE
Este hombre se llama Juan, estoy tratando de convencerlo para que no se vaya de esta playa.

JORDANA
Ah... ya, claro, la playa bogotana. ¿Viaja muy lejos?

JUAN la mira indeciso. JORGE sonríe.

JORDANA
No sabe para dónde va todavía.

JUAN asiente. JORGE le acerca un tequila doble y pone sobre la barra un plato pequeño con un limón cortado y sal.

JORDANA
Podría invitarme, tal vez en el camino encuentre a alguien con el que tengo pendiente una larga conversación.

JUAN levanta su rostro hacia JORDANA, la mira un poco asombrado. JORDANA suelta una carcajada muy corta, toma un gran sorbo de su trago y mira adolorida a JORGE.

 
                            

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