sábado, 13 de marzo de 2010

Un garito sin nombre en París



Sólo quería encontrar un viejo garito, un salón de baile como los de Brassai, la noche de París, de sus instantáneas. Tenía ganas de ver a las parejas de amantes bailando un tango, sólo perderme en las notas y dejar que la noche transcurriera lenta. Entré a un salón y una mujer muy hermosa bailaba La bien pagá, el hombre con el que estaba no se dio cuenta que por su rostro bajaban inmensas lágrimas, pero jamás dudó en cada elegante paso, en ese rostro intacto y altivo, a pesar del dolor en el que estaba envuelto. Me miró y bajó la cabeza avergonzada, pero continuó con su sensual baile. 
Me senté en la barra junto a un taburete que estaba vacío, pero frente al asiento había una copa de vino tinto grande, y a medio terminar, tal vez crucé los dedos para que apenas terminara aquella vieja canción, la mujer con un vestido malva ajustado a su cuerpo, zapatos de tacón alto y hebillas, viniera, se sentara a mi lado y me contara el porqué de su melancolía.
-¿Y por qué habría de contárselo?
Eso fue lo primero que le escuché, su voz era dulce, aunque estaba afónica. Prendió un cigarrillo y se sentó a mi lado, tomó un sorbo de su copa de vino. Sonrió, a pesar de que las lágrimas permanecían en su rostro.
-Mi nombre es Gabriel.
-Yo soy SAMANTHA

El hombre que bailaba con ella se sentó con otros más que la miraban con deseo. Tras la barra un negro muy alto se desplazaba hábilmente sirviendo tragos y cambiando la música en el equipo de sonido. Las primeras notas de Jugar con fuego se escucharon.
-¿Le gustaría bailar?
Samantha bajó del taburete y caminó despacio hacia la pista del salón. Varias miradas se volcaron a mirarla mientras yo repasaba las viejas clases de tango que alguna vez tomé en el viejo salón La Viruta. Temí decepcionarla, era claro que no era una bailarina casual. Y según ella misma, yo tampoco. Las miradas siguieron escrutándonos mientras nos llegó la madrugada a unas pocas cuadras del lugar y en un parque al que no le advertí su nombre, sólo quería quedarme embelesado escuchando su historia, los retazos de sus recuerdos que anotaba en diarios llenos de poemas, con gotas de sangre y dolor. Lloraba porque alguna vez el más equivocado la llamó "bien pagada", ahora ella se obligaba a llamarse prostituta, pero no lo era, tan sólo buscaba el amor... Y al parecer nunca lo pudo encontrar.

1 comentario:

  1. Adri, que buena sorpresa, gracias!!! Me gusta mucho como Samantha y Gabriel se conocen y me gusta aún más como están presentes todos los elementos que la caracterizan, su tristeza, el tango, el vino, el fuego, los diarios, las miradas etc. Esta increíble Adri, conoces muy bien a Samantha y la canción jugando con fuego le queda perfecta en especial esa parte que dice “si me quedé sin aliento, y no pude dar contigo, va a venir la noche negra, para quedarse conmigo, porque jugando con fuego, puede ser que se lastime, puede ser que se lastime, puede ser que sufra un poco y nos queremos los dos” Me encanta!!!!!

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