sábado, 27 de marzo de 2010

Los faroles de Valencia.

Lo que más me gusta de Valencia es su luz artificial, los faroles en tonos ocres que le dan ese tono amarillento a toda la ciudad cuando comienza la noche. Recorrería una y mil veces la ciudad por el lugar donde antes se encontraba el río Turia y desde hace varios años se convirtió en los Jardines del Turia. Desde el lago de los cisnes hasta donde termina la ciudad de las Artes,  parece como si la ciudad dejara de existir y comenzara un mundo lleno de magias y laberintos.
Hace unos pocos meses estaba, como siempre, de paso. Renté una bicicleta y salí muy temprano de mi Melancolía, estaba muy cerca de Malvarrosa, pero pretendía llegar hasta el lago y finalmente pedalear un poco en esas embarcaciones en forma de cisnes. Crucé las Torres de Serrano y allí lo encontré, pero no hablamos, sólo sonreímos un poco y seguí avanzando. Nuestro pedalear era muy similar y pensé que íbamos hacia el mismo lugar. Al llegar a nuestro destino él compró una botella de agua y se quedó mirando un largo rato hacia el lago donde había unos pocos enamorados. Luego soltó una carcajada que al comienzo no pude entender del todo, hasta que se me acercó divertido y me dijo que no pretendía nada conmigo, si de algo estaba seguro era de su sexualidad, pero no quería ir solo por el lago y le parecía que yo andaba en las mismas, el que reía después a carcajadas incontenibles era yo. Subimos a la embarcación intentando perder nuestra timidez. Mis carcajadas se acabaron muy pronto, la tristeza de OMAR sobrepasaba tantos dolores, que nunca pensé que sobreviviría a sus pesadillas y sus recuerdos, pero hoy he recibido una carta en donde me dice que lo ha logrado, ha dejado de culparse por la muerte de la pequeña Mónica y finalmente, ha vuelto a sonreír.

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